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Me conecté a Facebook con la intención de revisar cuestiones de trabajo, y, de paso en el medio, asistir a un taller gratuito de los miles que hay ondeando por la web.  Una tecla, dos teclas, un click, copio, pego, tecla, zoom,  link,  click... y listo...¡vualá!  

 

Eramos unos cuarenta alumnos. El maestro nos daba muy ordenado sus clases de escritura, yo observaba... mi abuelita solía decir siempre que lo barato, sale caro... imaginate ésto que era gratis... seguí escuchando atento. Se sumaba más gente... éramos ya 50.  

 

Nos habían dicho que “emuláramos” (dícese de aquella acción de principiante que toma prestado un poema célebre, sigue la misma línea, para luego hacer algo “muy bonito, sumamente creativo, y obviamente: original”).  con los años aprendí a hacer de la catástrofe una regia comedia.

 

Sentado, brillando en la pantalla, el maestro que vamos a llamar “Kiko” fumaba como un escuerzo. Cantaba su monólogo como quien oye llover, era la tristeza de un domingo amanecido de lluvia. Alto, cuello largo de ganso, pelo entre crespo y canoso, buzo azul pá simular estilo:“elegancia la de Francia”, lentes redondos a lo Lennon después del cachetazo.

 

Nos dio para “emular” versos de Neruda, Vallejos, Pessoa. ¡Pobre gente! ¡Qué falta de respeto! Lo mejor y lo peor del arte es que justamente cae en manos de cualquiera. En este caso la connotación de la palabra “cualquiera” era imposible de “emular” ni con sinónimos, ni con antónimos, ni con el más imposible de los milagros...

 

Empezaron a mutilar un famoso verso de Neruda cuando noté que ya se habían ausentado 5. Me imaginé que estaba en la oficina, el colegio o cualquier lugar gris de trabajo. El maestro Kiko seguía con su magistral capacidad emuladora.

 

Cuando era chico nunca encajaba en mis clases. Siempre me mandaba una diferente cada vez que me aburría. Más crecía, más me aburría. Entonces “emulé” un verso mientras masticaba mi taco de carne con pimiento. Vi que se me caía la comida de la boca así que mastiqué y tragué. Le di un sorbo grueso a mi copa de vino, escribí: “¡seamos la uva que fermenta mi vino! Lo genial vino cuando Kiko “el gran emulador” leyó lo que había compartido en el chat de zoom. La cara fue una mezcla de “cara de culo y mueca de espanto”.

 

Del otro lado, me estaba despatarrando de risa mientras llenaba la copa y rellenaba mi segunda tanda de rapiditas (fua que level che “llenar” y “rellenar”... ¡un genio!). Lo mejor fue cuando lo leyeron todos, imitaron la cara del maestro Kiko y empezaron a armarse de un discurso salido de las películas de Fernando Ayllón y Ricardo Quevedo. Desactivé la cámara. Estaba colorado de la risa y me dolía la panza.

 

- Bueno, para mí, no se emuló igual, porque no sigue la estructura, habla de uva, de vino... (pensó la crítica un instante) de otra cosa... no es el mismo formato.

- Sí, es verdad... además... no dice “nada referido a los besos” el poema original de Neruda, sí - dijo un tal “Té Chino Juanse”. A estas alturas ya se habían ido más de la mitad. Quedábamos menos de 30.

- Claro... sí... sí... ok.... interesante... - dije fingiendo que escuchaba los aullidos literarios mientras ponía mi mano en el mentón y me despatarraba de risa por dentro.

 

- Es verdad lo que dice Té Chino Juanse, pero a mí me parece que hay dos personas que están pero no están implícitas... ven que empieza con “seamos”.

 

Se habían ido casi todos a estas alturas quedaban algunos críticos de banqueta ululando sus reflexiones de premio literario. Me lamenté con el alma haberme conectado. Santa mi abuelita que en vida me lo advirtió tantos años antes. Volvía a darle la razón de forma unánime. Me puse a comer mientras marchaba otra ronda de Malbec.

 

- Bueno ya para ir cerrando les dejamos los correos electrónicos para que nos manden emulados. No se olviden de poner nombre, apellido, poema, autor original, poema emulado. Pueden conservar el título del poema original o no. Les recomendamos usar a Borges, Pizarnik, Mistral que son predecibles y que ya los conocemos. No emulen poemas de otros autores. Por favor, no nos dificulten el trabajo. Hacemos todo lo que podemos. Esta clase de zoom es gratuita pero la devolución de sus poemas son aranceladas. Nunca se sabe a lo mejor mañana emulen algún poema de ustedes, sea en este taller o en otro. Nunca se sabe. Eso sí, les garantizo que este proceso es original, creativo, por sobretodo, pedagógico.

 

Dejé la copa de vino en la mesa sin poder respirar de la risa. Fue tan fuerte que me caía al piso. Me reí un rato largo. ¡No lo podía creer! Es verdad que a veces la realidad supera la ficción. Me incorporé, me sacudí la ropa, di un alto sorbo de vino y me senté. Para mi pesadilla vi que la cámara y el micrófono estuvieron activados todo el tiempo. Me puse bordó de la vergüenza. Se habían quedado todos en un silencio muy incómodo. Tenía que remar. Ya solamente quedaban 10 de los cuales la mitad eran “los coordinares”. Los saludé con una fingida despedida que nadie se creyó. Poco a poco nos desconectamos todos.

 

No volví a ver a Kiko y sus secuaces. Los “genios del emule”. Seguro andarán emulando por ahí. El verdadero Emule era el programa que te bajaba música, películas o videos gratis. Varios años después, vino Youtube, Gmail, Zoom, etc. y la historia cambió. La calidad de los emuladores, también...  

 

 

 

 

 

 

 

 

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