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COMO JUGANDO

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Publicación en la antología "Libro por la Paz" de la fundación César Egido Serrano y el mecenazgo de artistas de Madrid (España). La guerra jugaba de espalada a la esperanza.   Todos los que allí estaban vieron los campos masacrados, los animales muertos, la tierra infértil, seca, hambrientos a   raudales.   Desde lo profundo, el huevo rompe un cascarón   haciendo pío pío, los niños salen curiosos a la calle, sonriendo. Afuera llueve.   Publicado también en:  https://revistaliterartedigital.blogspot.com/2024/02/rodrigo-quintero-argentinafebrero-2024.html    <a href="https://www.freepik.es/foto-gratis/edificio-demolido-guerra-rusa-ucrania_32521592.htm#fromView=search&page=1&position=49&uuid=6375536a-603e-476b-b9be-099364e3e8f8">Imagen de freepik</a>

ODA AL PENSAMIENTO

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  Luz indeleble,   destella hambrienta alimentando mi alma, dando vida a mis versos, iluminando la palabra.   Sílaba que brotas, fortuita, de la nada. Analítico, tenaz un león al ataque.   ¡Repartidor de llantos y de sueños!   Hábil mecánico de un pobre corazón corrompido, fiel, ingeniero, de la intelectualidad humana.   ¡Sangre y golpe! susurro sin aire, humo filosófico, olor hediondo de taberna, color profundo de la noche que azota nuestra mente.   Pensamiento, fiel ladrillo de la escultura humana, cansado ando contigo y tus cuchillos.   Pensamiento, haces posibles tantas cosas e imposibles tantas otras, (si lo pienso).   Pensamiento, fugaz agricultura de las ideas que se pierden, autopista sin huella, túnel oscuro en el que nos metimos.   Imagen de <a href="https://www.freepik.es/foto-gratis/composicion-bengalas-luz_49684780.htm#page=2&query=LUZ&position=14&from_view=search&track=sph&uuid=0b5b9e5d-e792-440f-8d7c-340cca0c70f9">Freepik</a>

DESINTERÉS

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  Me gusta la palabra Libertad. Esa que todo el mundo grita y los adolescentes y jóvenes reclaman pero a la hora de los bifes nos termina moliendo a bofetadas. Todos adoramos ser libres, pero, ¿estás dispuesto a pagar el precio esa libertad?    Tal vez lo opuesto a la libertad sea la rutina. Una palabra que lo encasilla todo. Las aves que no pueden volar a menudo se quejan. ¿Tanto cuesta hacerse cargo de la elecciones?   A quien jamás podré entender es a mi padre, por eso, me atrevo a contarte su historia. Porque si te la cuento ahora es en cierta forma perdonarme y perdonarlo, es también liberar esa jaula del alma y volar. No podés vivir preso. Las jualas que más duelen no son físicas.   Mi padre se llama Adolfo y es una persona ansiosa y obsesiva. Enferma de control y de que lo controlen. Su ansiedad lo hacía muchas veces ser víctima de un tartamudeo constante, a veces, cuando mis amigos de la escuela iban a casa, parecía la bocina de una calesita con patas. Otro detalle era su media

NUEVA ZELANDA

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  Durante cuatro años pasé por muchos lugares. Uno fue un colegio de arte. Lo sorprendente fue lo que vino al final de todo este ciclo, no durante mi paso por allí. Recuerdo como si fuera ayer dos calles: una daba a la avenida, y la otra, a una calle oscura y más estrecha. Ahí de pie, se alzaba el colegio como viejo castillo sobre la vera del cerro.  Mi llegaba fue inesperada y generó gran hecatombe en todo el pueblo: “el profe de inglés que viene de la capital sureña”.  Entré al aula y sentí nuevamente después de tanto tiempo esa energía juvenil. Ese intenso fluir de la vida. Chicos y chicas de quinto año a punto de terminar y abrirse al mundo. Los vi tan curiosos ese primer día de clase que opté por conversar con ellos. Las clases no sólo eran clases de idiomas, sino enseñanzas de vida, cinco minutos antes de que tocara el timbre optaba por charlar, poner cuestiones de papeles al día o la magia de un “chicos cómo están” hacían muchísimas veces maravillas que los directivos desde fuer

HILO FINO

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  Me habían citado. Justo éste de cualquier otro día. Al parecer era hoy nomás. Lo único que me dijeron: reunión de rutina, traiga toda su documentación que lo vamos a estar esperando. Día raro y atípico. Salí calmo pero con prisa. Llegué hasta la oficina. El aire estaba frío. Entré haciendo tres respiraciones. Al verme, el policía que custodiaba abrió la puerta. -  Señor, disculpe que lo moleste… ¿ sacó turno? – preguntó con cautelosa calma.   -  Me dijeron que me anuncie en la entrada – respondí con aparente tranquilidad. -  Espéreme un minuto aquí, voy a verificar – dijo tan neutral como una voz en off. -  Puede pasar, aguarde un minuto que le tomo la temperatura. Colóquese alcohol en gel, por favor. Pase y siéntese.    Las máquinas y los números que indican los turnos estaban apagados. En la sala de espera éramos solamente dos personas en total. El recinto parecía desierto. Había un terrible silencio. Nos miramos con los barbijos puestos. Había demasiada ansiedad. Aguardé mi turno.

EL INSTANTE

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  Me mataba. Me asfixiaba. Me dolía detrás de las orejas. Mi respiración se volvía caliente, pesada y fétida como cuando uno viaja y entra a un baño público. Tenía y debía, por ley, llevar puesto el barbijo.   Entiendo que en las grandes ciudades es necesario pero en donde yo vivo, el oxígeno es siempre puro. Al respirarlo, se entremezclan aire, cerro, el sabor húmedo del viento, lo agreste de la tierra y la mierda. Lo urbano y lo salvaje conviven. Los paisajes cordilleranos únicos en el mundo atraen todo tipo de gente. Muchas veces, se ven avutardas o flamencos planeando sobre el lago. Un espectáculo natural único.   Soy Marcos, tengo 40 años y vivo en un pueblo que es como todo pueblo: con su rutina y su tedio, su temporada alta y baja, su calma y su locura. Al sur del sur con su lago y su cerro. Ese día iba ser largo. Tenía muchas cosas por delante. Primero, hacer las compras semanales. Después, salir por la levot iro xina  para el hipotiroidismo  de mi mujer. En Patagonia cada paso

PANDEMIA

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                                                         Foto sacada de  https://www.freepik.es/   En la montaña, el oxígeno es siempre puro. Al respirarlo, se entremezclan aire, cerro, el sabor húmedo del viento, lo agreste de la tierra y la mierda. Lo urbano y lo salvaje conviven. Los paisajes cordilleranos únicos en el mundo atraen todo tipo de gente. Muchas veces, se suelen ver avutardas o flamencos planeando sobre el lago. Un espectáculo natural.   Ahí vivo yo, en ese pueblo que es como todo pueblo: con su rutina y su tedio, su temporada alta y baja, su calma y su locura. Adoro respirar profundo y sentir el viento. Primero, en las fauces de la nariz, luego, en el tabique, pasando el triangulo de la muerte, hasta llegar a saborearlo en el paladar, fuerte y profundo como un beso.   Tras la pandemia, algo murió en sus calles, su corazón estaba vacío. Ya no se olía tierra o viento, al contrario, se podía tocar de lleno, la tristeza. Vi las luces del pueblo, los negocios del centro, pa