LA ESPERA

  

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Este cuento forma parte de mi libro "El plan universal" Editorial Vela al viento de Chubut en 2011.  En ese entonces, escribía con el seudónimo de Miguel Valls (antes del boom de las redes sociales).

Como todos las tardes, Isidoro esperaba hasta las seis y se iba. En el barrio nadie lo entendía. Los amigos no le llevaban demasiado el apunte a sus locuras. Lo apodaban "el loco de la estatua". Algunos días lo encontraban en estado catatónico. El loco no les daba ni la hora y fumaba en medio de la noche. Pasó mucho tiempo hasta que volvió en sí. Su estado mental era un no permanente. 

Pocos días se daba con todo el mundo. Entonces, Isidoro era un caballero inglés: cortés, educado y galante. Muy inusual. 

Se quedaba horas enteras mirando una estatua en medio de la plaza. Lo que a todos llamaba la atención eran los ojos: parecían brillarle. 

Isidoro seguía allí sentado, esperando. Siempre decía: "la vida no sólo es movimiento". La estatua era de una belleza irresistible. Parecía estar viva. 

Pasaron los años. Los vecinos se fueron mudando o muriendo. Se había quedado solo a las seis en la plaza. Ambos envejecían. Allí estaba Isidoro, "el loco de la estatua". 

Decían por ahí que la estatua se irguió el día de la muerte de su novia Vilma. En su rostro había melancolía. 

Allí se quedaron, esperando que uno de los dos se levantara. 

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